jueves, 29 de mayo de 2014

ingenuidad y otros demonios.

El amor no va de envejecer juntos.
Tampoco va de enamorarse a primera vista o a segunda conversación.
No va de que te haga reír.
Si no tiene nada que ver contigo todavía podéis ser la pareja ideal, pero no trata sobre ser polos opuestos y tampoco almas gemelas.
Que el amor no es tan sencillo debería saberlo a estas alturas cualquiera, y desde luego aún cuesta más entender que amar de la forma en la que necesitan que les ames sólo es cuestión de suerte, y que por más que lo intentes a veces simplemente no amas de la manera correcta.
Puede que el amor vaya de conoceros, detestaros, y aún así quedarte a su lado.
No por miedo a no encontrar a nadie mejor, no por miedo a cambiar tu rutina.
Quedarte porque te hace feliz y porque merece la pena.
El amor lo hacen las peleas y las decepciones.
La confianza tan ciega que roza lo estúpido.
El sacrificio mutuo, que por ella seas capaz de cambiar de opinión aún cuando tú siempre fuiste el rey de los testarudos.
El amor está hecho de gritos y de paciencia. De comprender como funciona el mundo y de reconocer que la vida no es siempre como la soñaste.
De fracasar juntos pero esperar triunfar pasado mañana.
Al menos eso es lo que aprendí de mis padres.
Así que quizás sí, quizás el amor va de envejecer juntos.
De suspirar por lo mismo teniendo enfoques contrarios para la misma idea.
De aunar fuerzas cuando ninguno puede levantarse.
Quizás el amor vaya de ser un equipo, de cooperación, de valorar al otro, de limar egos y asperezas, de sencillez y comodidad, de desayunos y de pereza de domingo.
De abrazarse en el sofá 30 años después mientras reís.

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