domingo, 25 de septiembre de 2011

Qué estúpidos me resultan los cánones de belleza, y que nos repugne como nos repugna ver a una mujer entrada en carnes en posturas provocativas, y digamos que no tiene vergüenza y que es una ególatra de nada merecido, puesto que en fin, todos esos pliegues y redondeces sólo podrían resultar repulsivos.
Lo extraño es que hubo una época en la que todas las clavículas, las nucas que dejan ver las huellas de la columna vertebral, los hermosos huesos que marcan la cintura, todo esto tan hipster y que lleva a las niñas desafortunadas a caer en enfermedades alimenticias, todo eso en una etapa de la historia era lo repulsivo y enfermizo y los pliegues y los excesos que nos hacen ahora apartar la vista asqueados, síntoma de salud y de belleza.
Y no sólo os hablo de esto, sino del aprisionamiento que sufrimos todos, y la presión invisible  e inevitable por alcanzar la belleza y sentirte incompleto si tus rasgos no son los que a la gente considera si quiera atractivos.
Y no os creáis que os estoy pidiendo un mundo en el que las chicas deslumbrantes no hagan soñar durante toda una semana con una simple mirada en el autobús. Tampoco querría un mundo en el que yo fuese una roba alientos y las hoy entendidas como diosas siempre andasen de puntillas.
Sólo digo que esto está mal. Las comparaciones son odiosas, dijeron. Pues entonces no hagas lo mismo que todos los días. Si esta mañana frente al espejo eras preciosa, lo sigues siendo aunque pase una pequeña ángel delicada y femenina.
No debería ser todo etiquetas y deseo lascivo y deseo frustrado, todo girando entorno a algo tan estúpido y subjetivo.
No debería ser un mundo de gente compuesto de personas encerradas en más gente, dependientes de la clasificación y los cánones.
Esto no debería, bajo ningún concepto, llegar a forma parte de la vida más que cualquier otra cosa. Que traiga rechazo e inseguridad, que marque tanto algo que nadie más que cada uno de nosotros hemos decidido.
Pero no hay manera de escapar. Está tan arraigado en la sociedad que no te paras a pensar en ello tanto como podrías pensar en palabras como “falta de humanidad” o “materialismo”. Estas palabras vienen a tu mente y rabias, y se relacionan unas con otras, y “belleza” está siempre por ahí, bailando en tu mente, pero si acaso llegas a relacionarla con “frivolidad, superficialidad” y poco más. Nos han lavado el cerebro para que siempre desees más de lo que hay, para que quieras el universo aunque estés en las nubes.