sábado, 14 de abril de 2012

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Los días como hoy se ruedan dramas y películas de miedo.
Se adivina un cielo tenebrosamente blanco entre unas nubes sin luz.
La lluvia no está besando el cristal por donde miro cada mañana, sino que lo golpea furiosa, y 25 gotasdelluvia/segundo corren por la ventana en todas direcciones, impulsadas por el viento. Por ese pequeño huracán que silba entre mis persianas.
La luz entra a raudales, tiñendo la luz de un blanco grisáceo. Los toldos de los edificios cercanos se agitan con violencia y todo se llena del sonido de la tormenta. Las nubes se superponen unas a otras, en un caos de negro y gris.
Ahí fuera es un infierno, y sin embargo el paraíso está justo al otro lado del cristal.
Él me espera en la cama, con una taza humeante en las manos.
Me escurro junto a él de nuevo. Para escucharle respirar en el ojo del huracán que es ahora mi habitación.
Y canta bajito una canción muy triste, pero las palabras ‘No alarms and no surprises, please’ pronunciadas aquí y ahora sólo pueden sonar felices, dulces, agradecidas.
Que llore el cielo, que ya nosotros (nos) sonreímos.