martes, 31 de julio de 2012

Reflexiones-

Placeres: Bañarse desnudo en la piscina o el mar. Quizás no es tan placentero como cuando lo haces a oscuras, pero supongo que también con luz solar será bastante agradable.
También es maravilloso ducharse de noche, con la luz apagada y escuchar el sonido del agua cayendo, sin ningún otro sonido. De lo más relajante. Pero no hablo de placeres. Hablo de reglas. No puedes tender la ropa por la noche, porque el rocío hará que quede fatal.
No deberías cenar más tarde de las 11. No por cuestiones de salud, no porque algún médico cargado de razón diga que no se digiere igual de bien. No porque no haya que comer solo a las horas que se siente hambre. Simplemente no debes hacerlo porque ‘No son horas’.
No duermas hasta más tarde de las once. Y esta es quizá la única cosa en la que podría estar un poco de acuerdo, porque es verdad que se pierde gran parte del día, y que lo que puedes hacer mientras haga sol no es igual de aprovechable que lo que haces cada día hasta las cinco de la madrugada. Pero aún así, si por casualidad me apetece pasar el día durmiendo, ¿por qué importa que desaproveche el día? Te aseguro que aproveché las horas de la madrugada.

Lo que quiero decir es que hay gente que pierde los nervios porque la comida no esté lista a las dos en punto, y no porque a las tres tengan que salir corriendo de casa, o porque si no se perderá la breve cabezadita de antes de volver al trabajo. Hay gente que pierde los nervios porque la comida no esté en la mesa a las dos sencillamente porque es la hora de comer, igual que las diez es la hora de cenar. Cada momento está tan perfectamente encajado en sus vidas que la más mínima alteración les hace perder los papeles. Y no sólo hablo de la rutina, de tener organizado su día a día en horas, reglas y pautas, hablo de esta gente a la que ni si quiera piensas en preguntarles si pueden parar el coche para que hagas una foto. Eso no sería normal. Gente que hace los comentarios adecuados sin sentirlos realmente porque es lo correcto. Gente que nunca, jamás, saldría de casa expresamente para dar un paseo nocturno por la Gran Vía.

Y el problema es que están perdidos. No es que se priven de hacer lo que quieren porque sea inadecuado o no se ajuste totalmente a su forma de hacer las cosas. No se privan de nada, porque no desean hacer esta clase de pequeñas cosas. Sois presos del mundo real y habéis olvidado lo que es respirar fuerte por el placer de hacerlo, no para cargar las pilas ante un nuevo y agobiante día. Todos deberían saltar en los charcos, y no caminar con cuidado, preocupándose por las futuras manchas de barro. Pero es muy fácil decirlo desde esta calma veraniega. He sido esa gente y he perdido el control porque alguna actividad, incluso de ocio, no estaba terminada a determinada hora. Y al día siguiente me daba cuenta de que tampoco era tan importante, que nada de esto debe ser tan importante. Que ya dormiré cuando esté muerta (digo ahora, toda hipócrita, con catorce horas de soberbio sueño a mis espaldas). Que los relojes sólo marcan las horas en algunas ocasiones, y no merece la pena olvidarlo. Si tienes los medios para hacer lo que quieres, ¿De verdad los minutos van a ser un problema? Mañana hay que madrugar, de acuerdo, pero merece la pena una hora menos de sueño por contemplar las estrellas.