sábado, 1 de febrero de 2014

Las canciones de hace siglos que aún llevan tu nombre.
Y me hacen verte como en una película rodada en analógico
si cierro los ojos con los primeros acordes,
los que intentaste enseñarme a tocar
pero siempre preferí escucharte a ti mientras cantabas flojito.
Y ahora esa canción tiene en mi el mismo efecto
sólo que tú y yo ya estamos muertos.

Las canciones de hace años
que aún llevan tu nombre
y te puedo ver como en una película rodada en analógico
riéndote de mis chistes, despeinándome
y suspirando por el calor
o por mi,
aunque ahora todo es más verde
y mi voz es más dulce
y tu sonrisa más amplia
y por tanto, la misma canción suena más triste.

Las canciones de hace años
que aún llevan tu nombre
escrito en una esquinita de mis recuerdos más tiernos
de esos a los que siempre vuelvo
cuando necesito saber que estoy viva.
Y son memorias tan simples
tan naturales como tú, cantando mientras conduces
la frase que menos me gusta
de la canción menos bonita
de mi disco favorito
pero poniéndole tantas ganas
que haces que suene mejor que mi canción preferida cuando la escucho sin ti.
Ciclos, de noches y días
de sangre, sal,
humo, palabras,
defectos, miradas, canciones que se despiden de lo que fuiste
energías malgastadas en caídas,
inseguridades jugando en tableros.
Ciclos, en fin,
de ti volviendo a morderte los labios
porque quieres llegar
y ni si quiera estás vivo.
Tus pestañas empapadas por el frío
y en la madrugada los terrores duermen en tu cama.
Tú, a oscuras contigo
y con ingenuas crueldades que destrozaron todas tus virtudes.