domingo, 25 de marzo de 2012

Los gestos adorables de los despreciables y fascinantes humanos.

Me gustan las marcas en la piel. De sábanas, de almohadas, de sujetadores. Las únicas que no consiento son las de los calcetines.
Me gustan las cicatrices y los arañazos, porque será.
Me divierten las personas que se ruborizan, la vida en sus mejillas. Y adoro los chicos que se ruborizan, por lo inusual y por la vulnerabilidad que desprenden. No me apartes la mirada que seas quien seas, sonreiré.
Cuando cualquiera camina con un pie delante del otro o suben las escaleras de puntillas, retazos de duendes. Cuando cantan para si mismos, perdidos en mundos propios. Cuando alguien suspira sin darse cuenta. Cuando te pisas un pie con otro. Jerseys de lana escondiendo manos. Los acentos hipnóticos. Las gotas de lluvia besando la piel y resbalando por el pelo.
Se me olvida lo detestable que puedes llegar a ser si caminas achicando los ojos por el sol entre tus pestañas, si llevas reloj, si tienes las manos manchadas de tinta, si martilleas con los dedos en el volante de tu coche, si me tiras un avión de papel.
Se me olvida que a veces exterminaría a la raza humana cuando alguien duerme a mi lado y veo como se ralentiza su respiración hasta que cae en la espiral que es soñar.Si alguien lee un clásico en el autobús. Si se derraman lágrimas por un personaje de ficción.
Todo lo hipócrita que llegas a ser, te lo perdono si te ríes y se te forman arruguitas en la nariz, y en el final de los ojos. Y vosotras, con el pelo hacia atrás, hacia delante, en movimiento, al compás del sonido musical de las carcajadas.
Creo que merecen la pena los despreciables seres humanos, si me atraviesa una mirada al final de esta avenida. si alguien camina silbando y se adivina una sonrisa en su comisura.