jueves, 10 de octubre de 2013

Tal vez.

Os presento a M, en una esquina de la habitación. Toda ella es vulnerable, desde la postura de su incómodo cuerpo hasta las defensas que luchan contra los microbios.
No fue fabricada para vivir este mundo tan veloz y tan ordinario.
Ahí está, soñando con que la encuentren mientras se esfuerza en esconderse.
Matándose a sí misma y dejándose matar.
Y no osa preguntar disparates, no vaya a ser que la tachen de lunática.
Quizás si se decidiera a preguntar algunas extravagancias, encontraría, tras ser tachada de desequilibrada un par de veces o tres, a V.
Están en la misma habitación y pueden verse. Pero lo que M ve en V es a un chico sonriente, frenético, hablando a 3000 palabras por segundo.
Lo que no sabe es que gasta tanta saliva porque es la única forma que conoce de no hablar sobre sí mismo.
Ella le ve como el alma de la fiesta, y sin embargo, para V todo es tedioso, y desearía que alguien interrumpiera esta conversación con una pregunta que no sea sólo una pregunta, sino que le permita jugar un poco y dejar que las palabras bailen un poco primero para después formar una respuesta, o varias.
Pero M no va a intentar hacer comprender a la gente lo que ella es, y menos a V, siempre tan rodeado de gente, siempre tan lleno de vida (y sin embargo, siempre ansiando algo más).
Y para V, M no es la chica que tiene la capacidad de hacerle sentir algo, porque ella es sólo otra, tan corriente y tan frecuente como todas las demás.
Pero quizás esta noche, los dos prueben suerte, y ella pueda ser el sátelite que necesita él para entender este planeta.
A sólo una pregunta de lunática de distancia.

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