jueves, 14 de febrero de 2013

Lo cómodo que es juzgar. Debe de ser hasta innato. Llorar porque te etiqueten y etiquetar tú sin compasión.
Cada vez que creo que lo sé todo de alguien y me rompen los esquemas, me reinvento, me alegro y me escucho más, porque hay lecciones que nos empeñamos en desaprender, especialmente las básicas. Creer que podemos ver a las personas de un solo vistazo y saber si esconden algo o si son planas. Puedes errar o acertar la idea que te dibujas sobre alguien. Pero existir,(co)existen las personas planas, vacías, cotidianas, con los pies anclados al mundo real. Existen y son la mayoría, y quieres huir de ellas y no escuchar sus historias.
Porque no son sus historias: es su enfoque lo que te está matando de normalidad.
Así que qué más da si me equivoco y les etiqueto mal por una vez, y no les reconozco como lo que son: esas personas que luego me enseñan el mundo con cualquier matiz de otro color (que eso es muy de agradecer, teniendo en cuenta la escasa variedad de colores que existen)

Pero los que merecen la pena existen, con sus miradas calladas y su esconder algo, a veces adrede, la mayoría de las veces no. Una atracción absoluta que no sabes que es, y escuchas y te arriesgas, y a menudo los más fascinantes son un 'bastante' inhumanos, y mueres un poquito y pierdes la fe, pero qué importa, si te has enriquecido con aburridas historias contadas de tal forma que te has creído todo, que hay personas con un don, que lo más mundano existente se hace poesía en sus labios.
Y a quien le importa, si aquí todos aspiran a morir de poesía.
Así que hacedme sentir viva, describirme vuestras utopías y relatar vuestro pasado, vuestro futuro, vuestras ideas. Las mismas ideas que han tenido todas las demás personas con el don de atraer con un gesto y tres palabras.

Si luego me hacéis heridas, os escribiré y os guardaré en el cajón de la idealización.

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